jueves, 19 de julio de 2018

Renacimiento.

Poetas de carretera que cruzan mis venas al mismo ritmo que retumba en mis oídos cualquier canción desesperada de Sabina. Ves las caras de la gente, llenas de arrugas de no pensar, rostros sin sombra ni orgullo. El miedo de una sociedad de valores cenicientos, marcada por el ritmo de un piano que jamás volverá a son(ñ)ar, la maldición del siglo XXI. Solo piensas en tu oficio, aunque no traiga otro beneficio que el dinero, tan sangriento como ávidos de sangre son los trabajadores. Esos que no trabajan. Esos que harían cualquier cosa por la buena causa de sonreír ante la cámara del hambre. Esos, nosotros, que compramos ropa que nos venden en las pasarelas de la explotación, y vendemos momentos perfectos al precio de una vida insulsa. Pero yo sigo con mi ritmo. Mis poetas. Mis canciones de Sabina. Mientras mi mente me sostenga y mis pies me permitan volar por las calles de esta ciudad. Sigo creyendo en amistades de papel, en puños de la ira que llevamos dentro. Mientras el mundo no se acabe, se empiezan otras letras, otros ritmos, otros poetas, en alguna parte, en otra mente, en otra conciencia salvaje que se deje mecer por la melancolía de un mundo nuevo. Quizá no todo esté perdido y los ángeles suicidas de antaño hayan servido de aprendizaje a viejos perros pastor. Que guíen movimientos. Que muevan ideas. Que miren de frente a la tempestad que nunca va a estar en calma. Almas jóvenes pero rotas que todavía saben contar la historia de la esperanza, que sobrevive a base de preferir escupir palabras a disparar balas. Piratas sin botín de mares demasiado bravos, que sabrán salvar el camino guardado.


jueves, 25 de enero de 2018

Dicotómico.

La primera vez que te vi me recordaste a esos rayos de sol que se cuelan en primavera por la ventana, sin hacer preguntas, creando juegos de luces y sombras imposibles por toda la habitación. Escondías tras esa cara de niño bueno los secretos más recónditos de tu ser. Rehuías mi mirada y creáis que nadie podría resquebrajar esa gruesa capa de cinismo y silencio. Tus ojos bailarines lo observaban todo sin ser vistos, demasiado concentrados en pensamientos en los que me gustaría quedarme a vivir. 

La última vez que te vi, supe que eras peligroso, que eras tormenta y huracán, que detrás de esos finos rasgos repasados a pincel había un alma salvaje que luchaba contra toda calma que pudiese llegar tras la tempestad. En tus labios leía al animal que todos llevamos dentro, pero también a un chico asustado y huidizo buscando su lugar en un mundo hostil y despiadado. Si tuviera que escoger, me quedaría sin duda con esa mezcla explosiva, con ese sabor agridulce de la libertad de saber que tu única cárcel, tu único límite, siempre fuiste tú mismo.


La última vez que te vi, supe que tu batalla no llegaría nunca a su fin, y deseé con todas mis fuerzas nunca haber luchado en tu contra en esa guerra sin cuartel. 


lunes, 31 de julio de 2017

Más vale palabra en mano, que nunca.



Te abandoné, mi fiel compañera. Cantante de espacios olvidados, prisionera de tu propio destino. Te abandoné como a los corazones rotos, sin decir adiós y con la lluvia en la mano. Tiembla de frío ahora que brilla el sol, y ya nos volveremos a ver en otoño. Frenesí de palabras silenciosas, hermanas en una misma línea, dentro de una misma idea. Eres como la pólvora después de disparar el cañón de tus ojos, insondables, de belleza destructiva. Eres como el pájaro con un ala rota que sigue soñando, volando, incansable, luchador. Como la naturaleza en su estado más salvaje, pura. Eres como un beso en la punta de los labios, fino, tierno. Eres tú y soy yo, porque juntas hacemos una, alma mía. Juntas surcamos océanos de vida, que nos golpean con sus majestuosas olas o nos mecen en sus maternales vientos. Juntas, siempre hemos sido y siempre seremos, invencibles. 


viernes, 9 de septiembre de 2016

Le dan muchos nombres, pero tienen miedo a pronunciar desigualdad.

Hoy, a eso de las 19:45 de la tarde, decidí volver a casa caminando, actividad que disfruto mucho. Me había puesto los cascos, como siempre, e iba sumida en mis pensamientos, observando la bulliciosa actividad que se respiraba en la ciudad a esas horas. De repente sentí que me estaban mirando. El origen de tal atención estaba en dos chavales que iban en coche, de los cuales el copiloto me dijo algo que no alcancé a oír y me lanzó un beso. Yo lo ignoré, seguí caminando y opté por ni siquiera mirarlos. Entonces ellos se vieron obligados a parar en el semáforo que yo iba a cruzar, que estaba en rojo. Me seguían mirando, con unas sonrisas de suficiencia que me molestaron bastante. Justo cuando iba a cruzar, maldita la casualidad que pasaron dos hombres mayores detrás de mí, gritándome lo siguiente: “Morena, qué buena que estás”. El tono de su voz fue tan alto que lo escuché por encima de la música, que a esas alturas ya había pausado. Eso le dio la oportunidad perfecta al que iba en coche para redundar en sus obscenos comentarios.
No sé si os ha ocurrido una escena similar a esta, si la habéis observado o incluso habéis participado. Sea como sea, está mal. Cuantas más vueltas le daba al asunto, más cuenta me daba de lo enferma que está la sociedad en la que vivimos, de la falta de valores, de educación y  de comprensión que existe. Os lo explicaré del siguiente modo: no nos hacéis sentirnos más bellas, no contribuís a nuestra autoestima, no es un halago para nosotras. Al contrario, esto fue lo que creció en mi interior de forma descontrolada: rabia, impotencia, indignación, miedo, asco, vergüenza. No somos los objetos sexuales de nadie, ni estamos aquí para satisfacer al nivel que sea. No. Somos personas, con una inteligencia, con unos ideales, valores, pensamientos, sueños e ilusiones. Somos iguales, y hasta que eso no esté totalmente inculcado e interiorizado en todas nuestras mentes, tanto de hombres como de mujeres, la sociedad no va a avanzar. Y creedme, todavía queda mucho recorrido. ¿Qué habría pasado si esto hubiese sucedido de noche? Es la pregunta inevitable que todavía me corroe por dentro. No quiero salir a la calle con miedo, no quiero que ningún hombre ni mujer salga la calle sintiéndose amenazado, ni leer cada día terribles noticias que corroboran la falta de moral existente.
 Por otro lado, hoy mismo me he enterado del deplorable comportamiento de una profesora universitaria en sus clases. Afirmaba estar al cien por cien dispuesta a ayudar a toda chica con su TFG, con cualquier duda, con cualquier problema. Sin embargo, este no era el comportamiento que exhibía con los hombres. Proclamaba a todo aquel que estuviera escuchándola que no pensaba mover un dedo para ayudarles en nada, porque “las mujeres son más listos que los hombres” y “ella era muy feminista”. Promover el odio de forma irracional, ser injusta y completamente parcial, que el simple hecho de haber nacido hombre o mujer se convierta en la razón de creerse con derecho a brindar determinados privilegios. Eso no es ser feminista. Ni siquiera es ser profesora. Eso es dar más argumentos para que la sociedad se forme una idea todavía más equivocada del feminismo, eso es manchar el común objetivo de conseguir la igualdad. Pero eso no es lo más preocupante. Puedo imaginarme a hombres criticándola, defendiéndose, mostrando que ellos no encarnan la prehistórica imagen de la brutalidad sin sesera. Igualmente me puedo imaginar titulares proclamando el machismo de los jóvenes, la mujer como víctima, orgullosa de la tiránica inmunidad que le da su condición femenina en determinadas situaciones. No señores, esto tampoco es machismo, y una vez más hemos errado en nuestro cometido. Así que no, para ellos tampoco es fácil deshacerse de esos roles de dominancia, brutalidad, fuerza y protección. También aman, también sienten, también les duele y tienen ganas de llorar, así como el mismo derecho que nosotras a hacerlo sin que por ello solo reciban descalificativos.

Finalmente, me gustaría creer que algún día podremos crear una sociedad totalmente igualitaria, donde las mujeres puedan salir de casa sin sentirse inferiores y a los hombres se les permita tener inseguridades. Una sociedad donde los términos machismo y feminismo solamente se puedan leer en los libros de historia, donde queden plasmados como un recordatorio de un mundo en el que el único concepto válido sea igualdad. 


                                                Resultado de imagen de hombres y mujeres balanza

martes, 14 de junio de 2016

Las partículas elementales.

<< Aldous Huxley era un optimista, como su hermano...-dijo con una especie de disgusto—. La mutación metafísica que originó el materialismo y la ciencia moderna tuvo dos grandes consecuencias: el racionalismo y el individualismo. El error de Huxley fue evaluar mal la relación de fuerzas entre ambas consecuencias. Más concretamente, su error fue subestimar el aumento del individualismo producido por la conciencia creciente de la muerte. Del individualismo surgen la libertad, el sentimiento del yo, la necesidad de distinguirse y superar a los demás. En una sociedad racional como la que describe Un mundo feliz, la lucha puede atenuarse. La competencia económica, metáfora del dominio del espacio, no tiene razón de ser en una sociedad rica, que controla los flujos económicos. La competencia sexual, metáfora del dominio del tiempo mediante la procreación, no tiene razón de ser en una sociedad en la que el sexo y la procreación están perfectamente separados; pero Huxley olvida tener en cuenta el individualismo. No supo comprender que el sexo, una vez disociado de la procreación, subsiste no ya como principio de placer, sino como principio de diferenciación narcisista; lo mismo ocurre con el deseo de riquezas. ¿Por qué el modelo socialdemócrata sueco no ha logrado nunca sustituir al modelo liberal? ¿Por qué nunca se ha aplicado al ámbito de la satisfacción sexual? Porque la mutación metafísica operada por la ciencia moderna conlleva la individuación, la vanidad, el odio y el deseo. En sí, el deseo, al contrario que el placer es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. Esto lo sabían y enseñaban todos los filósofos: no sólo los budistas o los cristianos, sino todos los filósofos dignos de tal nombre. La solución de los utopistas, de Platón a Huxley pasando por Fourier, consiste en extinguir el deseo y el sufrimiento que provoca preconizando su inmediata satisfacción. En el extremo opuesto, la sociedad erótico-publicitaria en la que vivimos se empeña en organizar el deseo, en aumentar el deseo en proporciones inauditas, mientras mantiene la satisfacción en el ámbito de lo privado. Para que la sociedad funcione, para que continúe la competencia, el deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.>>

viernes, 3 de junio de 2016

Testamento antes de vivir.

Cuando llegue el final de mi vida, que espero coincida con mi muerte,- pues estar muerto en vida es de las peores cosas que te pueden suceder- quiero dejar asuntos zanjados con este mundo. Quizá los veintiún años no sean una buena edad para hacer un testamento recopilatorio de recuerdos y sueños, pero quién dice qué es lo correcto y qué no salvo nuestra propia moralidad. Así que mi cuerpo me lo ha pedido ahora, simple y llanamente. Antes de nada me gustaría hacer un llamamiento especial a todos los amargados, embusteros, personas “mucho ruido y pocas nueces”, a toda esa gente que pisotea los buenos momentos, a los envidiosos, a los que no saben disfrutar su propia vida aun teniendo más de lo que son capaces de ver, a los que solo saben quejarse sin nunca sonreír, a los que no se permiten soltar una enorme carcajada al mundo. Y sí, sobre todo a los que suspendéis con un 4,9. A todos vosotros. Fuck you por igual. Ojalá, de veras, encontréis la paz que habéis perdido por el camino, que habéis olvidado en algún recóndito lugar de vuestras memorias. No lo intentéis, no tenéis ni idea de lo fuertes que pueden llegar a ser las personas, lo peor que podéis hacer es subestimar al que creéis inferior, ya que quizá os sorprendan. Aunque debo reconocer que una cosa sí tengo que agradeceros personalmente, me habéis enseñado cómo no quiero ser, y eso es a veces más importante que buscarte a ti mismo. 
En segundo lugar, me gustaría dar las gracias. Es de bien nacidos ser agradecidos, si lo dicen todas las madres del mundo, que saben más que todos nosotros, por algo será. Así es que quiero dar gracias por toda esa gente que ama tanto la vida que acaba convirtiéndose en vida, a todos los que un día os disteis cuenta de que podéis hacer brillar el sol en un día nublado, y que vuestro propio mundo es más grande de lo que jamás (casi) nadie sabrá. Gracias a la gente cuyo cariño y ternura es pura poesía, por esa bondad que carece del lado malo de las cosas. Por la inocencia, por las ilusiones no mancilladas. Gracias a todos los que creéis en la magia, por hacer fantástico el mundo real, por demostrarnos que lo que creemos irreal es a veces más tangible que lo material. Gracias por las líneas rápidas de cada te quiero, porque sois los que movéis el mundo, los que sentís la pasión más allá de una simple palabra para hacerte sentir mejor. Gracias a los que no dejáis de aprender, a los que amáis el conocimiento, el saber por saber, sin necesidad de escupírselo a otros ni de regocijo, solo porque te hace sentir vivo. Gracias a la gente que está loca, sois los mejores. Si alguna vez os han dicho: “Tío, se te va la olla”, eso es bueno. Gracias a todos los libros que me ayudaron a crecer, que me enseñaron más que algunas personas, que me permitieron saborear cada palabra regalándome tesoros que jamás podrá darme toda mi formación educativa. Porque eso también es educación.
Gracias, finalmente, a todos los que buscamos cada día conseguir una pizca más de vida que antes no teníamos, atesorándola como si fuese única, y es que sabemos que en realidad es el propio tiempo el que nos regala, y no el que nos quita. Gracias.

domingo, 3 de abril de 2016

De cuando aún vomitaba palabras.

No sé por qué tuvimos que irnos y, sin embargo, seguimos estando. No sé por qué nos hemos vuelto sosos, anodinos, infranqueables. No sé por qué ya nada me llena, pero tampoco me siento vacía. No sé por qué nunca te conté que me habría encantado fotografiar cada micro expresión tuya. No sé por qué te oculté mi verdadera pasión por escribir, quizá porque prefiero que nadie me lea. No sé por qué jodida razón tuviste que devolver todos esos besos robados, y te empeñaste además en buscar demasiado en mi interior, te dije que no jugaras con fuego. No sé por qué he construido tantas y tantas barreras a mi alrededor, menudo peligro conlleva el dejar de sentir, el evitar analizar. Seguro que alguien como yo dijo en un pasado eso de que siendo ignorante se vive mucho más feliz. Seguro que las nubes me llaman y el cielo se echa las manos a la cabeza inquiriendo un “¿Qué has hecho contigo?”. Seguro que no estoy segura. Seguro que tu piel todavía sabe a sal. Seguro que no quiero volver a probarla. O sí. O no.